El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a cambiar de rumbo en política comercial: anuncia que una amplia gama de productos electrónicos, incluidos smartphones, ordenadores, monitores, chips y componentes de memoria, quedarán excluidos de los elevados aranceles impuestos recientemente a las importaciones procedentes de China y otros países. La decisión se aplicará con carácter retroactivo a partir del 5 de abril y cubrirá incluso mercancías que ya han sido liberadas de puerto.
La exención se produce pocos días después de que el Presidente impusiera un nuevo arancel de importación de 125% a los productos procedentes de China, además del ya existente de 20%. Sin esta exención, el mercado estadounidense de la electrónica podría haber sufrido un duro golpe, con fuertes subidas de precios en dispositivos populares -como iPhones, portátiles y monitores de ordenador-. Por ejemplo, el precio del OnePlus Watch 3, que debía costar $330, saltó a $499 debido a la incertidumbre sobre el asunto.
Según el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras de EE.UU. (CBP), la exención se aplicará a unos 20 grupos de productos, incluidos ordenadores de sobremesa y portátiles, unidades de almacenamiento, sistemas de procesamiento de datos, componentes de chips, memorias y pantallas. Esta medida alivia significativamente la presión sobre grandes empresas tecnológicas como Apple, Dell y Microsoft, cuyas operaciones de fabricación se basan parcial o totalmente en China.
Sin embargo, la política de "traer la fabricación a casa" sigue vigente. La portavoz de la Casa Blanca, Caroline Levitt, subrayó que el presidente Trump sigue presionando a las empresas estadounidenses para que vuelvan a trasladar las líneas de producción a territorio estadounidense. Según Levitt, Apple, NVIDIA y el fabricante taiwanés de chips TSMC ya están avanzando en el establecimiento de nuevas fábricas en Estados Unidos, de acuerdo con esta política. No obstante, los expertos subrayan que trasladar la fabricación de tecnología avanzada a Estados Unidos implica importantes retos económicos y operativos, sobre todo a corto plazo.
La decisión sobre las exenciones arancelarias forma parte de un movimiento más amplio de la Administración para equilibrar la política de "América primero" con la necesidad de mantener la estabilidad del mercado. Los datos del Departamento de Comercio de EE. UU. muestran que, en 2023, las importaciones de productos electrónicos de China a EE. UU. ascendieron a aproximadamente $125.000 millones, lo que representa alrededor de 22% de todas las importaciones estadounidenses procedentes de China.
La exención de los productos electrónicos ahorrará a los consumidores estadounidenses unos $18.000 millones anuales, según estimaciones de la Consumer Technology Association (CTA). La asociación también publicó una investigación que muestra que los anteriores aranceles impuestos a productos chinos costaron a los consumidores estadounidenses aproximadamente $32.000 millones entre 2018 y 2021.
Cabe señalar que durante el primer mandato de Trump (2017-2021), también eximió de aranceles a los dispositivos iPhone y otros productos electrónicos populares, a pesar de la extensa "guerra comercial" que libró contra China. El Departamento de Comercio estadounidense anunció que la exención actual se mantendrá al menos hasta finales de 2025, periodo en el que se revisará la política en función de los avances en las iniciativas de fabricación local.
En respuesta a la medida, el Gobierno chino anunció que acoge con satisfacción la decisión, pero sigue exigiendo la eliminación completa de todos los aranceles impuestos desde 2018. El portavoz del Ministerio de Comercio chino, Li Kwang, afirmó en un comunicado oficial que "las guerras comerciales no producen ganadores" y abogó por reanudar el diálogo entre las superpotencias.
Un reciente estudio publicado por el Peterson Institute for International Economics concluía que trasladar 10% de líneas de producción electrónica de China a EE.UU. requeriría una inversión de al menos $350.000 millones en instalaciones y tecnologías y tardaría al menos entre 5 y 7 años. Además, se prevé que los costes de producción sean entre 25 y 40% más altos que en China.